Con frecuencia realizo procesos de coaching con clientes muy brillantes en su desempeño profesional, sin embargo, me sugieren trabajar la falta de atrevimiento a expresar su opinión en ciertas reuniones de empresa o incluso con sus clientes, y todo ello por miedo a no estar a la altura de las circunstancias.
Cuando exploro con ellos su trayectoria académica y profesional encuentro habitualmente: un curriculum intachable, metas ambiciosas para su edad, conseguidas de forma aparentemente sencilla, retos exigentes superados sin pestañear y sin embargo, no son capaces de respetar su autenticidad y participar dando su opinión en una reunión de trabajo.
Esto provoca que dejen de aportar un conocimiento excepcional que generaría un claro valor añadido a las reuniones.
En definitiva se limitan a retener su pensamiento por miedo a meter la pata, y que los demás puedan dudar de su capacidad.
¿Cómo trabajamos esto?
Cuando suelo explorar evidencias que justifiquen a esa posible “creencia” con el fin de poderla trabajar, les invito a repasar aquellos momentos de los 5 últimos años, en los que vivieron una situación desagradable, opinaron de forma inadecuada, metieron la pata y se sintieron mal. Normalmente, esta es la razón por la cual decidieron dejar de opinar activamente.
Mi sorpresa suele ser que no son capaces de nombrarme ninguna, o a lo sumo una experiencia relacionada con esa situación. Solo una en 5 años!…. y eso les ha hecho reducir su participación al máximo.
Y yendo un poco más lejos, les invito a reflexionar en la misma sesión, sobre lo peor que podría pasar si algún día meten la pata?…y la respuesta es NADA!.
Por lo tanto, se dan cuenta de que están ante una creencia limitante claramente infundada, fruto de su elevada exigencia personal y de su blindada imagen pública.
Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto. Henry Ford
A la siguiente reflexión que suelo llegar con ellos es,
¿Cuánto te estás perdiendo por comportarte así?, ¿cuánto dejas de experimentar por no atreverte? y ¿cuánto dejas de aprender? en definitiva, ¿cuánto pierdes por miedo a perder?
Para abordar estas situaciones suelo trabajar dos distinciones básicas:
Explicaré la forma de trabajar estas distinciones en otro post más adelante.
En cualquier caso, ¿tú has vivido alguna vez esta sensación?
Estaré encantado de que la compartas en comentarios.
Un abrazo y buena semana.
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6 Comments
Saludos Borja, desde Puerto Rico.
Podría haber un caso que la experiencia negativa pudiera haber ocurrido mucho después de los cinco años?, o sea a mas temprana edad?
Hola Jose, gracias por tu comentario.
Mi experiencia profesional se limita a adultos de manera que no sabría responder a tu pregunta.
Un abrazo!
Hola Borja
Yo esas situaciones las trabajo muchas veces desde los mandatos familiares que tienen desde pequeños y que en aquel momento les sirvieron. Del tipo
– Queda siempre bien.
– No metas la pata.
O en una una autoestima baja que les impide ser asertivos
Qué tal Luis! gracias por tu comentario!
Estoy de acuerdo que es probable que la creencia venga de pequeños, pero he encontrado también gente que ha adquirido dichas creencias de forma personal, sin influencia externa, debido a su carácter perfeccionista y que se han agudizado en la carrera universitaria y en sus primeros trabajos, donde la competencia es más fuerte y ellos, al ser tan jóvenes, tienen menos control del proceso de trabajo y del resultado.
Un abrazo y buena semana!
Gracias por tu reflexión, Borja. Comparto al cien por cien el conten ido de tu artículo. En mi experiencia de formador en Comunicación he comprobado que en muchos profesionales se cumple lo que dices: esas creencias limitantes les han impedido, a veces desde la infancia, comunicar sus ideas con naturalidad y seguridad en ellos mismos,no ya ante grandes auditorios sino, simplemente, en esas habituales reuniones de trabajo. Como dice una autora, se trata una cárcel que uno se impone a sí mismo y que se crea a partir del miedo: miedo a no parecer inteligente, miedo a no saber expresarse con las palabras adecuadas, miedo a bloquearse, miedo a ofender o, simplemente, a molestar, miedo al «qué pensarán los demás de mí», miedo a mostrar desacuerdos…, y toda una serie de pensamientos negativos absolutamente limitantes.
Hola Paco, muchas gracias por tu comentario. Es un orgullo viniendo de alguien como tú.
Es cierto que nos «encarcelamos» en esas creencias y generalmente no tienen ningún fundamento. Una de las labores del coach es acompañar al cliente en la constatación de que, efectivamente, son creencias infundadas.
Un abrazo y buena semana!