Se puede ser un trabajador excelente sin mantener una rigidez emocional permanente. Los mejores directivos con los que he trabajado lucen una magnífica sonrisa de forma habitual, se mofan de sí mismos, desprenden creatividad y alegría y sobre todo cuentan con un sentido del humor fuera de lo normal, todo ello por supuesto dentro del máximo respeto. En definitiva, es más probable que su actitud emocional en el trabajo esté más alineada a unos «columpios» que en un «velatorio».
Considero que la excelencia y madurez en el trabajo no tiene nada que ver con la sobriedad ni la seriedad, tiene mucho más que ver con alegría y la creatividad. Confundir estos términos nos convierte en figuras de piedra de mueca torcida que pretende infundir poder y respeto marcando grandes distancias.
En mi época de directivo recuerdo alguna ocasión en la que participábamos en largas reuniones, tras horas de intenso trabajo comenzaban a flojear las fuerzas, las ideas eran ya poco creativas y todo apuntaba a un final improductivo. También recuerdo perfectamente a alguno de mis compañeros que con maestría rompían esa inercia decadente con algún comentario repleto de humor y siempre respetuoso. Para muchos de nosotros era una bendición, ya que para entonces los ánimos andaban mermados y el cansancio imperaba de forma galopante.
Ese comentario creaba un punto de inflexión que nos permitía trasladarnos metafóricamente a los «columpios» divertirnos y renovar con aire fresco el evidente desgaste mental. Tras unos minutos de risas y bromas y con la mente mucho más despejada estábamos nuevamente preparados para afrontar la recta final de la reunión de forma más enérgica y creativa.
Sin embargo había otros compañeros par los que aquella interrupción jocosa era una agresión a la sobriedad y profesionalidad requerida para el momento, ya que trasladaba al terreno del desenfado una actividad supuestamente «seria» como era la reunión en cuestión.
Con el paso del tiempo pude comprobar como aquellas personas que sabían conjugar la seriedad y concentración con la alegría y creatividad, eran los que alcanzaron mayores éxitos profesionales, ya que la madurez emocional les permitía adoptar distintos estados emocionales en función de las necesidades lo cual generaba un mejor aprovechamiento de los recursos personales y del equipo.
¿En el trabajo, tú eres de piedra o te ríes?
Que tengas una buena semana!
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